miércoles, 8 de agosto de 2012

EMPLEADOS PÚBLICOS Y CAMISAS NEGRAS

La continuada pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores del sector púbico y la corriente de desprestigio y culpabilización hacia la función pública que impulsada por el pensamiento neoliberal se ha instalado sutilmente en el subconsciente colectivo de la sociedad española, está provocando una ola de frustración y rabia entre los trabajadores públicos que de una parte se enfrentan, con síndrome de abstinencia, a la reducción de su participación en el atracón de consumo compulsivo y de otra ven como desciende su prestigio en el status social. 

Hartos de ser uno de los colectivos que desde el principio del ajuste
del modelo económico español “la crisis” está asumiendo reiteradamente
el adelgazamiento del estado, las últimas medidas del gobierno, que
incluyen la supresión de la paga extra de navidad, lo que significa
una rebaja efectiva del 7% del sueldo anual, el aumento de la jornada
de trabajo en 2,5 h semanales y la reducción de los días de libre
disposición, han sido para muchos de ellos la gota que ha colmado el
vaso y lo que les ha llevado a secundar masivamente las movilizaciones
que se han producido desde entonces contra los recortes. 

El hecho que buena parte de las movilizaciones hayan sido convocadas
de forma espontánea desde los centros de trabajo, la escasa presencia
de símbolos sindicales en las convocadas desde los propios sindicatos
y la proliferación de lemas y pancartas contra banqueros y políticos,
son reflejo del aumento del descrédito y rencor que hacia partidos
políticos y sindicatos han provocado las medidas de ajuste entre los
trabajadores del sector público. 

El rechazo hacia los pilares básicos de las democracias parlamentarias
y el sistema financiero, así como la convocatoria espontánea de
movilizaciones pueden invitar al optimismo y llevar a pensar que
estamos asistiendo al renacer del espíritu crítico y libertario ente
los empleados públicos. Sin embargo, un análisis más detallado de como
se están desenvolviendo los acontecimientos nos muestran que más bien
al contrario, a lo que estamos asistiendo es al desarrollo de
comportamientos seguidistas y homogeneizadores de masa típicos del
funcionamiento de las organizaciones fascistas. 

Esquizofrénica es la situación de los trabajadores públicos, rehenes
de su propia esencia constituyen la burocracia responsable de la
aplicación de los recortes, los elementos encargados de la represión
de las movilizaciones y los carceleros de la disidencia. De luto por
la agonía del mismo sistema que los esclaviza, todos a una señalando
como culpables a los partidos a los que votan, a los sindicatos en los
que militan y a los bancos de los que son accionistas, se encuentran
desconcertados, llenos de odio y con la sensación de estar
maltratados.

Hay que señalar que desde el inicio de la aplicación de las políticas
neoliberales, y las privatizaciones y recortes en servicios públicos
básicos como la sanidad y la enseñanza llevan celebrándose
movilizaciones, que con la excepción de los directamente afectados, ha
contado con escaso seguimiento entre los trabajadores públicos, que
por ejemplo secundaron muy minoritariamente la huelga general. Sin
embargo, a raíz de las medidas señaladas anteriormente que atacan
directamente a su bolsillo y a las condiciones de trabajo, se ha
producido un cambio profundo en el sentir de las movilizaciones que
ha facilitado que el seguimiento se haya generalizado. Las
concentraciones y convocatorias han dejado de ser en defensa de los
servicios públicos que se prestan y pasan a ser convocatorias difusas
y generalistas muestras de malestar en defensa de los trabajadores que
los ejercen. Esto ha permitido así que participe el grueso del
funcionariado mucho del cual sí que es partidario de los recortes y
aplaude con entusiasmo las medidas que no les afectan directamente.
Dándose la paradoja de que se manifiesten contra los recortes
partidarios de la exclusión de los inmigrantes del servicio nacional
de salud, el aumento de las horas lectivas del profesorado o las
reducciones en la prestaciones por desempleo entre otras.

Todo este proceso se está produciendo en medio del llamamiento a la
unidad de acción tanto entre los trabajadores entre centros como del
conjunto de sindicatos que muestran una vez más su falta de proyecto
político y contenido ideológico propios. Lógicamente, para mantener
este todos a una, no se están celebrado asambleas o debates en los
centro de trabajo, escamoteando la confrontación de ideas y el
análisis en profundidad, evitándose así que afloren la disparidad de
opiniones sobre lo que está sucediendo y la generación de propuestas
alternativas. La nula crítica al sistema permite que no afloren las
contradicciones y que participen con entusiasmo los funcionarios
responsables del aparato de justicia, los impuestos, la policía o los
carceleros, entre otros. El resultado final es que queda sólo la
defensa de los intereses particulares como elemento aglutinador que
favorece la inclusión de todos independientemente de su pensar. Se
enmascaran los verdaderos motivos y las distintas ideas bajo lemas
generalistas como "no a los recortes" o las distintas versiones del
tan bonito de "políticos y banqueros cabrones no nos toquéis mas los
cojones" y no se exhibe ni un solo cartel o pancarta con las
verdaderas reivindicaciones como la supresión de la paga extra o el
recorte de moscosos. La homogenización del pensamiento y la supresión
de la propia personalidad se ponen aun si cabe más de manifiesto en la
exitosa convocatoria de los viernes negros, donde se impone la
uniformación en el luto. El uniforme negro y la muerte, elementos
clásicos de la parafernalia fascista, muestran la desesperanza
provocada por la falta de otra propuesta u horizonte liberador de su
rol en la sociedad de consumo. 

En definitiva las actuales movilizaciones, lejos de cualquier
aspiración transformadora y de cambio social ni siquiera persiguen un
elemento de justicia social o de defensa de los servicios públicos,
defienden meramente el mantenimiento del status socio-económico de
unos pocos y la perduración del actual sistema del que son a la vez
subsidiados, juez, parte y aparato represor.

Sobran pues las razones para seguir practicando y expresando la
diferencia, nuestras certezas y esperanzas sin participar en la
mascarada como un borrego más. Mirando de frente la cruda realidad,
celebremos todos los días de colores la debilidad del estado,
defendamos nuestras propuestas construyendo desde el placer, la
solidaridad, y la abierta alegría.


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